martes, 19 de enero de 2010

Breves

Cocktail del día: Nuevas sensaciones.

Una feliz y sugerente coincidencia, unas pocas e inesperadas conversaciones virtuales, una buena dosis de risas y rememoraciones mezclado con algunos sugestivos y pujantes deseos, por supuesto todo bañado con un buen ron de caña.

Lo vas a pedir?

Mares

Singulares sentimientos.

Incluso aun teniéndote tan cerca aquí (en este todavía nuevo lugar de residencia bañado por tus aguas), no te reconozco más que cuando ando aquella arena que me vio crecer. Y sin embargo todas ellas te pertenecen, como también tu voz ronca, poderosa y perenne se escucha de la misma manera, con ese aliento de alga y recuerdos.
Pero no soy capaz de sentirte mío tanto como en aquellos lugares en los que jugué con tus castillos y oscuros fosos, que se derretían a poco que los lamieras con tus frescas y rítmicas caricias de sal.
Cualquier otro lugar se convierte en la contemplación lacónica de una fotografía viva, una ilusión que se copia a sí misma y la llamada de unas memorias que se me agarran fuerte al pecho con un profundo abrazo al compás de tus reverberaciones  y mi risa.
Te recuerdo con cariño, con calma, desde aquí, viendo tu extraño doble.

Pero te sueño dichoso, porque entre otras razones sé que pronto volveré a verte a ti, porque en estos días me has traído buenas nuevas que inesperadamente han endulzado aun más estos bellos y felices días de mi presente.

martes, 5 de enero de 2010

Breves

He ido al cine en estos días y por fin me he pedido una de roscas grandes. Nada de cursis y remilgadas "palomitas"; me he pedido unas roscas.

viernes, 1 de enero de 2010

Click

Parece increíble cómo puede cambiar todo en un instante. Cómo de pasar a llorar desde lo más profundo de nuestras entrañas, algo puede hacernos sonreír con total franqueza y esperanza... o a la inversa.
Siempre me ha fascinado ese preciso instante, el "click" que lo cambia todo, capaz de crear milagros en un mundo que casi ya no cree en ellos. Con total poder para obrar impune en un segundo e incluso menos. Y Cómo también trae la más absoluta desgracia y lo arrebata todo.
Por encima de ilusiones, metas, sentimientos, creeencias, personas, vidas, etc., siempre puede estar el instante; ese click.

Conforme ha acabado el año, y ahora que dispongo de un poco más de tiempo y serenidad, he podido echar la vista atrás y recordar mi último click, con toda la marea de emociones contundentes, intensas, que removió desde que surgió. Apesar de haber sufrido otro en la infancia, probablemente no sería así si no lo considerase el más importante que he tenido hasta la fecha.

Al rebobinar toda la concatenación de hechos, puedo verme allí... completamente desolado, hace siete semanas. En mi realidad paralela donde sólo contaba con un rincón oscuro y gélido para agazaparme y lamer mi herida. Una llaga de la que no brotaba sangre; sólo un putrefacto y ennegrecido chorro de miedo y soledad brutal.
No podía escapar; al lamerla, volvía a ingerir toda la ponzoña. Y si exhausto decidía abandonarme a ella, simplemente crecería tanto que todo aquello cuanto fui, habría dejado de existir.
Recuerdo bien las palabras temiblemente esperadas que me acuchillaron, comunicándome la posibilidad de que uno de mis seres más queridos dejase de acompañarnos para siempre. Aquel que quiso una vez, tras darme forma en su mundo de ideas, ofrecerme la vida.

Lo que aconteció tras de esto, fue un ser que con idéntica apariencia física a la mía, que se movía por ese mundo de los demás haciendo aquello que yo solía hacer.
Andaba, comía, iba a trabajar, hablaba, etc. Algunos lo observaban con extrañeza, pues aunque no había diferencia alguna conmigo, percibían algo en su mirada, que si bien no se apreciaba a primera vista, a veces con el rabillo del ojo y muy rápido... sí, casi podía intuirse una leve sombra tan antigua como LA VIDA.
De ellos, a unos se les ocurrió llamarla dolor, a otros miedo. Otros, sencillamente no se atrevieron a averiguarlo, y sólo unos pocos supieron que esa sombra poseía muchos más nombres.
Mientras, en mi rincón inexpugnable, a mí poco había ya que pudiera importarme de ese otro mundo de ahí. Desde esa oscuridad era ya imposible distinguir otros hechos, palabras o personas. Le importase a mi voluntad o no, habían dejado de tener forma para mí. Su eco ya no sonaba. El miedo tapó mis ojos, el dolor mis oídos.
Lo olvidé todo.
En la siguiente semana, sólo pudo llegarme un poco de luz. Tenue. Algunas personas eran capaces de entrar en aquella celda, porque poseían el poder de ver que el ser que les hablaba en su mundo era un impostor.

Sólo una nueva semana más tarde fue cuando lo escuché. Habría sido imposible oír otra cosa que no fuera ese click, soberbio y devastador. Largo como 100 eones, y sin embargo, veloz como la luz. Sus reverberaciones acompasaron mis violentos latidos a la perfección.
Lo que sucedió entonces arrancó de mí las costras y evaporó el veneno a través de mis poros. Absorbió las sombras, cerró la herida y me situó con unas pocas palabras (la noticia más hermosa que para mí cabía esperar) en el punto de partida, con tal ímpetu que durante las tres semanas posteriores, mi yo redimido volvió a su antiguo mundo embriagado y enloquecido por el alborozo y un ansia irrefrenable.
Había vuelto a ser libre.
Tres semanas en las que me consagré, de tan ahogado y  exánime como había estado, casi en exclusiva al júbilo, la celebración a la vida, las compañías más queridas y la voluptuosidad. Algarabía, besos, abrazos, sexo, alcohol, amistad, gratitud, metas, risas, caricias, conversaciones... esos fueron mis días y mis noches.
Tan sediento estaba de esta nueva libertad, que no vi mi casa más que para dormir las horas en las que mi cuerpo ya no me seguía.

Fui feliz, tan feliz como no creo recordar en muchos años. Pero sólo me quedaba ir hasta ti para decirte que he recorrido el infierno y el cielo para ti, mi querido amigo. Después de dos nuevas semanas arreglando  sin concesiones el descalabro laboral de tanta celebración, hoy estoy en mi hogar, en la casa que me vio crecer y correr por sus pasillos, con la certeza de que estás a mi lado, que por fin puedo apreciar tu sonrisa y el tacto tibio de tu mano. De que ya no te vas, aun no, y de que sigo siendo muy feliz.


¿Cuál será el próximo click?